¡Te mate, te mate!-gritan los pequeños disparando balas de fantasía contra sus amiguitos en el juego, y siguen correteando a lado de sus padres, representando a veces el papel de ladrones y tras de policías.
“Si te comes toda la comida y te portas bien, te compraré la pistolita que dispara balas plásticas como los de verdad” prometía el padre, mientras la madre sonreía complacida; y continúan ambos discutiendo las medidas que debería tomar el gobierno, la iglesia, y todos los que tiene la obligación de hacer algo para disminuir la delincuencia en nuestro país.
Reflexionando un poco, si la familia es la primera que pone en las manos de sus hijos juguetes similares a los que utilizan los ladrones para asaltar bancos, comercios y residencias, si les regalan a los niños cuchillos, pistolas para que jueguen a matarse unos a otros ¿no les parece a ustedes difícil que las autoridades puedan resolver la agresividad de los adultos si la inculcamos en los niños, niñas y adolescentes, perturbando su imaginación infantil con una fantasía sumamente peligrosa?
Tan ciegos estamos que pedimos a gritos a las autoridades que impidan el uso de armas para matar y les regalamos a los niños reproducciones exactas de las armas que deseamos que no existan.
No queremos que haya ladrones, ni asesinos, pero muchas veces miramos con aceptación que los niños jueguen a la guerra.
Es hora de que meditemos seriamente hacia donde vamos, y que queremos alcanzar. ¿Por que en vez de regalar juguetes bélicos no regalamos juguetes que ayuden al desarrollo de la convivencia humana?
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